Mi amiga de la infancia quiere casarse el año que viene. Hasta aquí todo normal. Ella es española y él italiano, y en principio pensaron casarse en un monumento gótico único en Europa por su claustro, el de mi ciudad natal. ¿Problema? El ayuntamiento les "cede" el monumento para el día de su boda, pero el sacerdote deben buscarlo ellos. Y digo problema porque ninguno de los sacerdotes de mi ciudad con los que han hablado parece dispuesto a compartir el oficio de la ceremonia con un colega italiano para que la familia del novio la entienda. Por favor, ¡demasiado trabajo para un domingo (el día del Señor) compartir las tareas con un sirviente de Dios estranjero!
Más tarde, por esas casualidades de la vida, encontraron un lugar precioso cerca del lugar donde se conocieron hace casi 8 años para celebrar el convite. Como ese sitio está un poco alejado de mi ciudad, decidieron prescindir de la ceremonia en el monumento y buscar alguna iglesia cercana al lugar del convite. Encontraron una ermita, pero cuál fue su sorpresa cuando el párroco se negó a casarlos porque no estaban empadronados en dicha localidad. ¿Pero dónde queda eso de que todo el mundo es bienvenido a la casa del Señor?
Mis amigos no desistieron y decidieron buscar otra iglesia, la encontraron, localizaron al sacerdote, y mira tú por donde, cómo él es italiano sólo los casará si recibe una comunicación del obispado obligándole a ello (palabras textuales). En qué quedamos, ¿"semo uropeo o no"?
Es muy posible que una vez tengan todos los papeles el susodicho sacerdote "se vea obligado" a casarlos, pero ¿quién querría que le casara un hombre con menos ganas y salero que Montilla?
A todo esto les queda una última opción: celebrar la ceremonia en la pequeña ermita del lugar del convite. El problema, de nuevo, el sacerdote deben buscarlo ellos. El problema añadido, la ermita no está consagrada. Si algunos sacerdotes ya se han negado a oficiar una boda en su propia iglesia, ¿quién accederá a hacerlo en un lugar no consagrado, lo que para ellos seguro que sería lo mismo que hacerlo en una gasolinera o en un McDonalds?
Orgullosos y agradecidos deberían estar por que en los tiempos de desencanto religioso que corren una pareja joven y enamorada quiera unir sus almas para siempre en la casa de su Dios, sí, ese cuyo hijo predicaba que a la casa de su Padre todos eran bienvenidos. Y que conste que no pretendo generalizar, menos aún cuando estudié en un colegio de monjas (no sirvió de mucho, je, je), a través de las cuales conocí a algunos sacerdotes realmente admirables e intachables en su labor.
lou
lunes, 2 de abril de 2007
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1 comentario:
Bravo, realmente tu exposición es muy certera
Deberías intentar publicarlo en algun diario (cartas al director), creo que te le aceptarían sin ningun reparo (excepto ABC y El Mundo, claro).
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